5.07.2011

Barcelona.

Elecciones municipales. En Barcelona dos candidatos se disputan la alcaldía con posibilidades de conseguirla: Jordi Hereu, actual alcalde, militante del “Partit dels Socialistes de Catalunya” y Xavier Trias, el eterno candidato de “Convergencia i Unió”.

Al margen de mi aversión personal, confesa y conocida por el voto, tengo como cualquier otro ciudadano mis preferencias en cuanto al futuro alcalde.

El candidato Hereu es el último representante del gobierno municipal socialista en Barcelona. El cambio en positivo de la ciudad durante los treinta y un años de mandatos de los alcaldes Narcís Serra, Pasqual Maragall, Joan Clos y Jordi Hereu es innegable. Irrefutable. Pasar por alto esa circunstancia o ponerla en duda es muestra evidente de desconocimiento o de mala fe.

La Barcelona de ahora mismo es en líneas generales una ciudad bien organizada. El transporte público, el urbanismo, la vía pública, la seguridad, las infraestructuras culturales y deportivas, la sanidad, la asistencia social, la enseñanza, etc. Una ciudad que genera proyectos innovadores y los lleva a cabo, cuya marca es referencia mundial y cuyo nivel de convivencia, de buena convivencia, es excelente.

Cómo en cualquier colectivo –el nuestro engloba más de millón y medio de ciudadanos y acoge a diario otros cientos de miles- se producen carencias, errores de apreciación, fallos y equivocaciones en la gestión del día a día. Por suerte, puesto que los errores de recorrido son parte del dinamismo de la ciudad y nos llevan a nuevas formas de aprehender la realidad, a enmendar lo equivocado, a adquirir experiencia y a aplicarla.

Usar los errores del rival cómo argumento electoral se me antoja pueril, dando por supuesto que quien lo usa está por encima de la equivocación.

El mensaje de Hereu no es divertido ni grandilocuente ni halaga el ego del cliente –del votante- pero es claro, directo y denota por encima de todo un conocimiento profundo y minucioso de la ciudad que constituye su ámbito de trabajo. Conoce el paño y genera soluciones, proyectos e ideas de técnico laborioso a quien se le ha encargado el trabajo de hacer que la urbe funcione. Un tipo eficiente limitado a veces por un corsé legislativo excesivamente ajustado, por el presupuesto y por los acuerdos que son parte intrínseca de la democracia.

El mensaje del alcaldable Trias es en cambio nebuloso, impreciso, voluntarista y de orden general. No entra en el detalle por falta de datos y evidencia a diario un preocupante desconocimiento de la ciudad que pretende dirigir.

Mi percepción de ahora mismo es que Hereu es el candidato de la realidad, de la ilusión que se enmarca en los parámetros que condicionan en este momento el devenir del primer mundo y de los proyectos que necesita la ciudad de forma inexcusable, mientras que su oponente propicia una Barcelona timorata, débil y escudada en lamentos y en las inacabables y tediosas listas de agravios. Una Barcelona que perpetúa rivalidades que debiéramos haber superado y que retrocede en sus aspiraciones, en su voluntad de futuro y en su apertura al mundo.

Una Barcelona, me temo, incapaz de generar proyectos y de mantener en alto el pabellón de nuestra materia prima más importante: la creatividad.


Pierre Roca